Hay días en los que uno siente esa especie de inexplicable sensación, de no quedarse callado ante lo que consideramos una situación injusta. Hoy fue uno de esos días al enterarnos que, por enésima ocasión, le quitan recursos al estado.
Y es que, como bien sabemos, en ocasiones la serenidad y tacto para demandar reciprocidad ante la federación, por todo lo que nuestra entidad aporta a la nación y la precaria cantidad de recursos que a cambio se recibe, se confunde con pocas ganas para imprimirle firmeza al reclamo. Esta percepción está equivocada. En realidad, el carácter forjado por vivir a orilla de mar y estar acostumbrados a lidiar con tormentas y ciclones nos da la fortaleza de un “toro” para entrarle y enfrentar los problemas que nos aquejaron en el pasado y agobian nuestro presente. A lo largo de varias décadas ha prevalecido nuestra solidaridad con los intereses nacionales. El estado ha sido, y es todavía, notable contribuidor a la buena marcha de la economía nacional y, por ende, innato colaborador para procurar en buena medida, la salud de las finanzas del país. Eso es innegable.
De ahí que, bien que mal, a lo largo de ese tiempo se recibieron “decorosos” recursos para invertir y proyectar el desarrollo del estado…aunque el reclamo principal del justo resarcimiento económico por la explotación petrolera no se terminara de concretar.
Esta situación se agravo desde que, por primera vez, una opción política opositora tomo el poder en el año 2000. El “cambio”, implico un cambio en la manera de atender a nuestra entidad. Vaya usted a saber, si fue la circunstancia de pertenencia a otro partido político del gobierno estatal o si la nueva administración federal llego con cera en los oídos impidiéndole escuchar la petición de apoyo, el caso es que fue notoria la preferencia económica hacia otros gobiernos afines al partido recién llegado al poder. No obstante lo anterior, nunca hemos desistido de la exigencia de mayores recursos y de mantener viva la esperanza de que alguna vez la federación reconozca, no solo de palabra, sino de corazón y de justa equidad, que nuestro estado merece los recursos necesarios para crecer y desarrollarse a la par de cualquier estado de la nación.
Sin embargo, a pesar de tener de nuestro lado argumentos y razón, el trato desigual continúa. En la actualidad, casi a diario, nos topamos con el “fantasma” de los recortes presupuestales. Con la mano en la cintura, y no hablo metafóricamente, un día sí y otro también, nos recetan quien sabe bajo qué criterios, el pase de la “gran tijera” sobre presupuestos con los que nuestro estado ya contaba en su programación y que, como cualquiera que sepa sumar 2×2, nos mete en serios aprietos para cumplir planes y proyectos de gobierno lo que, por supuesto, hace doblemente difícil nuestros anhelos de desarrollo integral. Me parece que, en el marco de la congruencia y el respeto de un gobierno sin distingos, a cada entidad se le debe mirar por igual. No deben existir ni estados favoritos ni estados castigados. Derivado de ello, la famosa “sabana”, que representa la disponibilidad de recursos en manos de la federación, tiene que cortarse con simetría para que a cada entidad le toque lo necesario para impulsar su desarrollo.
El criterio de dar a las entidades “amigas” todo y a “los demás” migajas en recursos no tiene un sustento serio. No es un secreto que, en los estados donde se recibe menos recursos, estos solo son paliativos al desarrollo. Apretarse el cinturón y hacer malabares con talento administrativo para “administrar la escasez” distribuyéndola de modo integral hacia los sectores sociales, se torna un esquema de gobierno.
Este es el caso de nuestro estado. Aquí, a pesar de la inequidad federal, aun conservamos nuestro espíritu de gente buena, se sostiene el empleo y tenemos un gobierno que trabaja para hacer más con los escasos recursos disponibles. Afortunadamente, tenemos un gobernador inteligente, un líder que ama a su tierra, un campechano de la cultura del esfuerzo, respetuoso, humano que se preocupa ante la vulnerabilidad de nuestra sociedad y que no proclama como otros, mesiánicos triunfos de ir a tocar las puertas a sus cuates.
De tal suerte que, ante el actual panorama, los campechanos debemos unir nuestras voces en un mismo reclamo para que la federación nos voltee a ver y, de una buena vez, nos otorgue los recursos necesarios para sacudirnos ese padecimiento llamado desigualdad.