Era de esperarse, en esta era de la tecnología, que el hecho de que un chino ganase el Premio Nobel de Literatura tuviera un efecto de dimensiones desconocidas. Algo así como obsequiarle fortaleza a un gigante dormido.
Un gigante que posee miles de libros y autores que, por la lejanía de estas tierras, el idioma y los costos económicos, es materialmente imposible ver ese material editorial de este lado del mundo.
La reacción común, para cualquiera de nosotros, ante la mención de China es la conocida capacidad de ese país de multiplicar los productos que a diario usamos. Todos, usted y yo también, alguna vez hemos tenido en nuestras manos algún objeto que tenga la conocida marca de “made en china”.
Pero si hablamos de libros. ¿Usted ha leído alguna obra de algún escritor chino? Más allá de los conocidos enunciados del gran filosofo Confucio o de las obras exitosas de Mo Yan que, después de ganar el nobel, obligo a la traducción inmediata de muchas de sus obras, es imposible conseguir más títulos de autores del lejano oriente.
Por lo anterior, la noticia de que China ha tomado la decisión de traducir su vasta literatura contemporánea al español es algo que no se puede perder de vista por todo lo que implica. El objetivo que se han propuesto es abarcar el mercado europeo, latinoamericano y africano.
Esta anunciada apertura, es interesante conociendo la tradicional cerrazón de aquel país en casi todos sus ámbitos y costumbres.
Un primer punto positivo que se observa, es que se tendrá oportunidad de acceder al conocimiento de sus costumbres, sus gustos, sus ideas a través de esa pléyade de escritores desconocidos, hasta ahora, en los 3 continentes mencionados. Para quien haya tenido ocasión de leer algo de la obra de Mo Yan sabrá que los lectores quedamos interesados en leer y saber un poco más sobre esa milenaria cultura.
Un segundo punto positivo es que pronto circularan en librerías y bibliotecas libros traducidos al español que incrementarán las opciones de lectura.
Un tercer punto positivo, y me parece el más importante, es la posibilidad de “seguir el ejemplo” y ver si las editoriales se animan a traducir al chino a un mayor número de escritores en español. No hay que olvidar la existencia de un mercado de mil millones de potenciales lectores chinos.
Todo sea a favor de los libros, la lectura y el hermanamiento de los pueblos a través de su cultura.
Y, espero, que cuando ese tiempo llegue ya nadie pretexte el consabido “esta en chino”… para no leer.