He tenido un sueño digno de toda persona que guste de la literatura, los libros, la lectura y autores favoritos. En un gran salón desfilan José Saramago y su Ensayo sobre la ceguera; Mario Vargas Llosa y La fiesta del Chivo; Octavio Paz y su Laberinto de la soledad; Gabriel García Márquez y El coronel no tiene quien le escriba; Doris Lessing y sus Memorias de una sobreviviente; Alice Munro y Todo queda en casa; Bob Dylan y su guitarra… Este último invitado obliga a detener el desfile y despertar del idílico sueño acerca del Premio Nobel de literatura.
Sorprendió al mundo esta designación. No porque se crea que la academia sueca se haya equivocado. Para nada. Las reglas e histórico método de selección son bien conocidas aunque deje, de vez en cuando, algunas decepciones.
Para muestra un botón. Mencionare dos de ellas que, en todo caso, el universo literario habría felizmente celebrado: otorgar el premio a escritores como Jorge Luis Borges y Carlos Fuentes.
Hay, en el libro El premio Nobel de Irwin Wallace, una escena que debe parecerse mucho a la realidad. En horas de la madrugada del día de la designación, por ese pequeño asunto de los diferentes usos horarios en diversas partes del mundo, toca a un integrante de la academia sueca contactar, este donde este, al ganador para anunciarle la buena nueva.
No sé si Bob Dylan fue localizado. Empero se sabe que la noticia se conoció de inmediato por todo el mundo provocando una reacción nunca antes vista en los últimos cincuenta años. Sin duda, la academia tuvo sus razones y argumentos para sustentar lo ocurrido que dejo patidifusos a renombrados escritores aspirantes a obtener el galardón. Un gancho al hígado literario.
Bob Dylan, el cantante y compositor, es Premio Nobel de Literatura. Asunto terminado. Antecedente que quedará, para próximos años, en que nada asegura que la academia pueda designar otra rama de la composición literaria que no sea escribir libros. En fin, ya nada puede ser sorpresa.
Dos momentos hicieron prever una posible salida distinta para la situación de elegir a quien no es, de profesión, autor de libros. Primero, Dylan no aparecía para dar su punto de vista sobre si aceptaría el premio. El segundo momento, fue la especulación si habría de hacer lo mismo que hizo Jean Paul Sastré. Ni uno ni otro. Dylan apareció y dijo que aceptaba el Nobel. San se acabó.
Hubo algo más. El músico dijo que probablemente no podría ir a recoger el premio. Y, la sorpresa. El director ejecutivo del Nobel indico que podrían llevárselo hasta su casa. ¡Hágame usted el favor! Finalmente Dylan no asistió a la ceremonia de premiación del pasado 10 de diciembre en Estocolmo, Suecia.
De nuevo el sueño: Saramago, Vargas Llosa, García Márquez, Paz, Lessing, Munro y Dylan, otra vez, con su guitarra.