Leo, en un medio de comunicación nacional, el comentario de conocido personaje que describe su agradable experiencia en visita a Campeche. Sin dejar pasar detalle, narra lo que vio. Lo que, gastronómicamente hablando, disfrutó. Lo que su sensible espíritu percibió al caminar intramuros del centro histórico. Al terminar de leer su artículo no me queda más que decir: Entiendo su punto de vista.
Sin exagerar puedo afirmar que, quien visita Campeche por primera vez, corre riesgo de terminar enamorado de esta tranquila y noble tierra. En realidad, me parece, si exagero un poco. Enamorarse de esta ciudad no sería un riesgo sino una alegre realidad.
Para quien viaja por avión, desde el aire antes del aterrizaje, descubre el punto exacto en que se hermana el mar con la tierra. Para quien lo hace por carretera, si viene del centro de país, se encontrara con una bonita travesía junto a la costa campechana.
Los que aquí vivimos nos congratulamos, cuando la gente que nos visita, se mezcla entre nosotros, respira el mismo aire y admira nuestro bagaje histórico. Por ello, creo en las palabras de la gente que asegura solo necesita unas horas para encontrarle sabor y gusto a Campeche. Esa es la parte medular, que he obtenido en conclusión, del artículo en referencia. Su lectura me ha servido para repasar lo que, a diario, acontece en el perímetro del Centro Histórico de esta ciudad que es también Patrimonio de la Humanidad.
En mi paso cotidiano por el parque principal, observo gente tomando la foto del recuerdo. Otras personas están esperando, en paciente fila, su turno para abordar el tranvía; Otros más, se entretienen fotografiando el vuelo de las palomas que amenizan el ambiente del parque. La escena se repite, aunque los rostros de la gente no son los mismos. Eso significa que es alto el número de visitantes.
Ahora bien. Nada del Campeche, que hoy disfrutamos y compartimos, se hizo de la noche a la mañana. Es el resultado de largos años de cuidar y mantener limpio el rostro de la ciudad capital. Así seguirá siendo en los próximos años. Conservar esta imagen es un verdadero compromiso. Para lograrlo se debe continuar fortaleciendo el sentido de identidad de niños y jóvenes para que hagan crecer su sentido pertenencia en esta ciudad en donde habrán de forjar su vida futura. Cuidar el patrimonio es una obligación conjunta que permitirá sigan llegando visitantes. Ojala y muchos de ellos, tengan algo que escribir y publicar sobre la capital campechana.
No puedo ocultar que, la emoción de leer y escribir sobre Campeche, me recuerda el pronto inicio de un nuevo gobierno. El arranque de la próxima administración será la gran oportunidad para innovar. Innovación entendida como revisar, valorar, ajustar o moldear lo que funciona para procurarle valor agregado. Lo que no funcione tendrá que ser sustituido. El proyecto es muy claro. Para lograr lo que nunca se ha logrado se tiene que hacer lo que nunca se ha hecho. Sin complejos, negatividad o resistencias. Al contrario ser proactivos y propositivos. Bajo esta premisa el futuro de Campeche estará en buenas manos. Sentando las bases del desarrollo y el progreso. Así tiene que ser. Definitivamente.