(A 3 años de su partida física de este mundo el nombre de Jose Saramago sigue presente en la memoria de los que tuvimos la fortuna de leer su obra porque no existe el olvido)
“El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir” Con esta frase empezó José Saramago su discurso de aceptación del premio Nobel en 1998. Se refería a su abuelo, un hombre grande a quien profesaba su admiración.
Me atrevo a pensar que, en esos días mozos, el propio Saramago no podría imaginar lo que la vida le tenía reservado.
Al paso de los años aquel chico, que escuchaba las historias en voz de su abuelo, se convertiría en escritor que, con pluma y voz propia, empezaría a publicar con éxito sus propias historias.
Es relevante destacar que empezó a publicar después de cumplir 40 años. Un tiempo en que, algunos pensarían, habría pasado la época fértil de su imaginación literaria pero que, por lo contrario, demostró estaba en su mejor momento para decirle al mundo “lo que tenía que decir” y ocupar lugar trascendente entre los grandes literatos.
Tan impactante fue su producción literaria que en 1998 fue distinguido con el Nobel de Literatura y, de ahí para el real, Saramago fue sinónimo de éxito editorial por cada libro publicado.
Hace tres años, en horas de la tarde, un mensaje me llegó al celular. Era un amigo que me adelantaba una infausta noticia. Fue concreto en su mensaje: “Acaban de decir en la radio que murió Saramago”. No tardé mucho en confirmar la veracidad del mensaje recibido. Era cierto. La noticia ocupaba la primicia de los principales sitios culturales de la web.
Era un día de junio como hoy. El día 18 exactamente en que, este magnífico escritor, se despedía del mundo y la literatura perdía al prolífico autor de Las pequeñas memorias pero que, paradójicamente a partir de aquel día, su memoria y legado se tornaron inmensos para el mundo de las letras hispanas.
A 3 años de ausencia, sus títulos El Evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, El Viaje del elefante, Caín, Memorial del convento, Casi un objeto, Todos los nombres y El hombre duplicado, por mencionar unas cuantas de sus exitosas novelas, siguen vigentes en los estantes de las librerías.
Mucho se ha hablado y escrito sobre su influencia en la literatura. Pero, a mí me parece, hay un aspecto que se debe tomar en cuenta para entender la dimensión e influencia positiva de sus ideas, sobre todo, entre la juventud mundial.
Es interesante que un buen número de jóvenes hayan leído, lean y sigan leyendo sus libros. Lo mismo lo seguía, un joven de Argentina que uno de Chile o de México. De cierto modo fue un inspirador de multitudes que dejó sembradas, entre sus lectores, pequeñas semillas que ojala algún día se vuelvan fructíferas y abundantes cosechas.
Para terminar este escrito, que nos sirve para recordar y preservar su memoria, apunto el colofón en las propias palabras del escritor.
Alguna vez alguien le pregunto: ¿Maestro y que sigue después de usted?, Saramago contesto: “Lo que sigue…lo que sigue…es cosa de ustedes”.