La inclusión social; Bertha Paredes Medina.

Por dos distintos rumbos vi, prácticamente,  la misma escena.  Un hombre recogiendo escombro y juntándolo en un rincón. Una mujer, escoba en mano, barriendo y  juntando el polvo de la calle. Seguramente, no se conocen. Puede que ni sepan de la existencia del otro. Pero, es innegable que las dos personas estaban contribuyendo con su granito de arena en limpiar un poco lo empolvadas que han estado algunas calles.

Mirarlos, me hizo recordar algo que sucede en el Distrito Federal. Gran parte de la obra pública y social que ahí se realiza, se hace con la intervención y participación de la gente beneficiada.

Es decir, a los habitantes de la demarcación territorial, donde de pretenda construir  algo, se les pide opinión sobre sus principales necesidades. Esto, sin duda alguna, es un gran paso acerca de la democratización de las decisiones sobre obra pública.

Tomada la decisión, inclusive, se considera la pertinencia de un comité de vigilancia sobre el tiempo y condiciones de lo que será construido. Lo anterior, ha permitido que bastantes edificaciones sean aceptadas sin grandes resistencias por el impacto de sus beneficios inmediatos.

Este ejemplo de inclusión social, lo conozco de primera mano por efectiva descripción de algunas amistades que viven en las delegaciones defeñas donde el modelo ha sido probado con éxito. La gente se siente parte de los servicios y obras que se le brindan.

Es cierto, no se está descubriendo el hilo negro de la participación social en asuntos vinculados al gobierno pero si se está revalorizando el esquema del compromiso de la gente que se involucra en la toma de decisiones. Y eso, aquí o en China, siempre será llave de oro para que la ciudadanía se sienta parte de un gobierno incluyente.

Una amiga me describió tres virtudes que son intrínsecas  del estilo de pensar y actuar de un hombre que camina incansable calles, barrios, caminos y comunidades de Campeche tocando puertas y buscando la confianza ciudadana. La Persistencia, La Prudencia y la Paciencia son garantía de que, quien confía en sí mismo, confía en la gente y será incluyente con todos los sectores de la sociedad. La voz ciudadana será la voz popular que ayude a consolidar el desarrollo y crecimiento que nuestra entidad merece como destino. Usted bien sabe, quién despierta este sentimiento en la gente.  ¿Así, o mas claro?

Mi ciudad. Bertha Paredes Medina.

Hace unos días, de nuevo, se inundó buena parte de MI ciudad. Adviértase un enfático sentido de pertenencia por el terruño. La ciudad es de nosotros… los ciudadanos. Soy poco afecta a endilgarle a los amigos que nos visitan el consabido pregón: la ciudad es tuya.

No. Es nuestra. De  todos los que aquí vivimos. Pienso que si  compartimos privilegios también debemos aprender a compartir responsabilidades. Cuidarla. Mantenerla limpia en toda la extensión de la palabra.

Por ello, me causo pena observar cómo, después de la súbita inundación,  se dividieron bandos tratando de evadir lo obvio. Unos acusando. Otros defendiendo. Y viceversa.  Acaso hartos de que un milagro de la naturaleza, como es la bendita lluvia, complique la tranquilidad social. Ni para donde arrimarse, puesto que todos somos corresponsables de las cosas buenas o no tan buenas que suceden.

El recurrente tema de la irresponsabilidad ciudadana salta como liebre. Por supuesto, nadie que reciba reprimendas estará contento. Luego, como dardo queriendo dar en el blanco, surge el tema de la basura como elemento detonante de males habidos y por haber. Podría seguir con los demás puntos de vista externados aquel día. Pero, creo, vale más la pena usar las neuronas para encontrar los que nos une y ponernos de acuerdo en alcanzar  el bienestar colectivo de vivir en una ciudad que sea motivo de alegría y no todo lo contrario.

Mi ciudad…debe ser un credo para todos. Es el lugar donde vivimos. El espacio común que compartimos las 24 horas de cada día. Ni todo lo puede el gobierno ni todo lo puede el ciudadano. Cada quien debe hacer su parte.

Hay una palabra que me gusta mucho por la fuerza de su significado: Concientización.

No solo ser sino estar conscientes de nuestro papel, como el tejido social, que preserva una sociedad en convivencia civilizada.

Sin duda, vendrán más lluvias y puede que otras inundaciones pero, que quede claro, sus consecuencias se pueden mitigar si cada quien asume el rol de responsabilidad que le toca ejecutar.

Hay que actuar con la seriedad que el tema amerita. Nada de yo no fui fue Teté. Aquí todos somos Campeche. A todos nos toca un cachito del compromiso  y sentido común para conservar el patrimonio donde tocara vivir a nuestros hijo@s. No hay de otra. O, la historia nos pasara la factura.

Que tanto es tantito: Bertha Paredes Medina.

Eran como las cuatro de la tarde. Esa hora en que el calor no cesa por las altas temperaturas de los días de abril. No recuerdo la calle. Pero si me acuerdo del rumbo. Por el barrio de Montecristo. En una esquina advertí que una mujer, entrada en años, observaba la calle. Detuve el automóvil casi frente a ella. Entonces pude notar mejor su verdadera expresión, ante el estado actual de esa arteria urbana en reconstrucción. No vi emoción ni alegría. Vi fastidio. Incomodidad y puede que hasta cierto enojo por lo tardado de algunas reconstrucciones.

No pude más que solidarizarme con su sentimiento. Imposible pasar la calle. Todo levantado. Sin ninguna señales de advertencia. O siquiera un…usted disculpe por la obra en proceso. Tampoco había una fecha de inicio y menos de término. Como si el sentir social no importara. Total el beneficio llegara  tarde o temprano.

Difícil saber cuáles serían sus verdaderos pensamientos. Imagino no los mejores para quien rompe la  calle y acusa no recibir recursos para continuar la labor que debería ser ágil y expedita. En el menor tiempo posible y con las mínimas incomodidades para el vecindario. El que construye tiene la obligación de hacer un trabajo excelente. El que construye debe tener suficiente capital para hacer la obra. Mientras más rápido termine más rápido cobrara sus facturas. Es un principio simple. Entonces, porque tardan tanto en concluir pequeños tramos.

Otra vecina se acerca a la primera mujer mencionada. Por los gestos de sus rostros no se ven nada contentas. Ignoro lo que dicen que nada bueno será si no intercambian sonrisas mientras hablan. Un fuerte viento levanta polvareda. Se cubren la cara. Al irse el polvo sigue su conversación. En la calle de doble sentido otro auto me presiona para circular. Un bocinazo me lo reitera. Pienso, que amabilidad de parte del otro conductor. Me pongo en movimiento. Pienso, ni modo estas inconveniencias son necesarias. Cuando se terminen las obras se gozarán sus beneficios. Eso hemos oído. Esperemos así sea y no suceda que por olvido de un cable o un tubito vuelvan a romper la calle. Aunque, creo, que eso es una leyenda urbana. Mientras me alejo las figuras de las dos vecinas en la esquina de la calle se desvanecen como espero se desvanezca su malestar por la lentitud de algunas obras. Bueno, espero se consuelen, de que ya pronto terminara de modernizarse la ciudad así que…que  tanto es tantito aguantar otro ratito. Porque de verdad ¿Quién quiere que su ciudad siga con sus calles antiguas y obsoletas? Ahora no será el paraíso, pero que tal cuando las calles de Montecristo se conviertan en modernas vialidades para atravesar en minutos hacia cualquier otro barrio de la esta ciudad capital. Todo mundo sabe que Roma no se hizo en un día. Pero alguien sabe… ¿Cuánto abran tardado?

Atravieso la avenida López Mateos. Tomo la avenida la Colosio. Literalmente me enfilo en la larga fila de autos que avanzan lentamente. Más adelante encuentro el motivo: Arteria cerrada. La calle sobre la que circulo ahora es doble sentido. Interminable la fila. Los minutos se hacen eternos. Tranquila, pienso, cuando terminen serán más los beneficios que las incomodidades de hoy. Total, que tanto es tantito.

40 años; Bertha Paredes Medina.

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No recuerdo cual fue el primer ejemplar de Tribuna que leí. En cambio, recuerdo perfectamente cuál fue la última edición, que he leído,  de este periódico: la de hoy.

Y, por supuesto, se exactamente que la edición de mañana estará en mi mesita de lectura.

Tengo por costumbre, muy temprano al iniciar el nuevo día, informarme de lo que acontece en mi entorno. El Tribuna es, insustituiblemente, el principal elemento que me cuenta las novedades  del día anterior. Café y Tribuna son la mezcla perfecta antes de salir a las obligaciones de la cotidianidad.

Este medio de comunicación, que cumple cuatro décadas de circulación, era el periódico favorito de mi abuelo, es el favorito de mi papá y, obvio, es mi favorito.  Sin ser adivina, creo, que esta historia se repite en el seno de bastantes familias campechanas porque el gusto por leer periódicos pasa de una generación a otra.

Tribuna, es cierto, no es monedita de oro, para caerle bien a todos, pero no se le puede negar el mérito de ser el informativo impreso más leído de Campeche.

Los hechos son contundentes. En la mayoría de las esquinas de la ciudad está un vendedor con la edición del día. Tribuna ha sobrevivido a la era de las tecnologías digitales. Sin dejar su clásica faceta de formato de papel, se ha adaptado a las exigencias de la actualidad noticiosa. A la par de la versión escrita ahora está disponible, para los lectores interesados, la versión de internet.

En lo personal, tengo un afecto especial por Tribuna. Este medio de comunicación y su director le dieron la oportunidad a una joven mujer, con pensamientos propios, que hace años toco la puerta del periódico pidiendo oportunidad para publicar sus colaboraciones. Tribuna creyó en mí y me brindo el espacio en el que escribo, en exclusiva, desde hace 18 años. Nació, de esta manera, la columna Sol y Sombra.

El próximo 11 de junio el periódico cumple 40 años de estar presente en el gusto de los campechanos. Sol y sombra, la columna de una servidora, cumple el próximo 17 de junio sus primeros dieciocho años.

Por supuesto que estoy contenta de ser parte de la historia y la magna celebración de las cuatro décadas y sus 23 455 ediciones de este diario que es parte intrínseca de lo nuestro que narra, con todas sus letras, lo acontecido en el Campeche que le toco vivir a nuestros abuelos, padres y a nosotros mismos.

De igual manera, con la madurez que da el oficio de escribir ininterrumpidamente todo este tiempo, me detengo y pienso que también me siento orgullosa de ser precursora de abrir brecha y ganar espacios para que nuevas generaciones de mujeres tengan la valentía de publicar sus ideas y pensamientos.

No digo que ahora sea asunto fácil publicar en Tribuna u otro medio impreso, digo que en épocas pasadas las condiciones, para nosotras las mujeres, no eran tan sencillas para tener un espacio en un periódico y conservarlo al paso del tiempo.

Tribuna, en pocas palabras, significa 40 años de periodismo y periodistas. De noticias y fotografías que cuentan con fidelidad lo que ha ocurrido en nuestro derredor. De hombres y mujeres que ayudaron a construir la casa editora que diariamente nos trae lo más destacado de la noticia local, nacional y mundial. La historia de Tribuna es de perseverancia. De arriesgarse y adaptarse a los cambios. De modificar formato y tipo de letra. De rebasar la publicación a una sola tinta y ofrecer colores. De tomar la noticia y convertirla en hechos de interés ciudadano. De abrir sus páginas a nuevas plumas del solar nativo. De siempre mirar para adelante. De sumar años y alcanzar su cumpleaños número 40. Esto es lo que celebramos.

Larga vida a este medio de comunicación al servicio de la provincia.

10 de Mayo; Bertha Paredes Medina

Me atrapa la frase. -La ridícula idea de no volver a verte-. Es el título de un libro escrito por Rosa Montero que empecé a leer en los primeros días de mayo. Voy avanzada en la lectura pero ahora que me encontré de frente con la frase, que se lee de un jalón, decidí hacer un alto. Cerré un momento el libro. También cerré los ojos. No pude evitar, con cierto dejo de tristeza, evocar el recuerdo de mi madre. Ella se fue de este mundo, justo un día diez, de un mes de mayo.

Mientras escribo estas líneas corren raudas las últimas horas del día nueve. Pronto llegara el amanecer del 10 con sus festejos y alegrías. Paradójicamente su recuerdo me hace sonreír pensado que, alguna vez, le pude recitar el título del libro de la Montero. Sí, eso me hubiera gustado decirle a mi madre. Porque hasta hoy me parece ridícula la idea de no volver a verla.

De pequeñas creemos que nuestros seres amados son infinitos. Y un buen día, como agua entre los dedos, se nos escapan y se van. Queda el vacío cierto, pero igual queda el recuerdo de tantos buenos momentos que la vida nos regaló. Y eso, entre otras cosas, hace la gran diferencia para continuar en este mundo.

Y, en la travesía de esta vida, llega el momento de asumir nuestro propio papel de madres. Sentir las emociones de extender la vida a través de nuestras hijas e hijos. Vivir las diferentes facetas. Hija primero, luego Madre. Dar vida. Cuidar y proteger. Alimentar y crecer. Continuar el maravilloso ciclo del vivir…

Ya es 10 de mayo. Es día de celebrar, agradecer y reconocer, especialmente, a quienes son madres que luchan por dar certidumbre a sus familias. Aquellas que se esfuerzan al máximo por cambiar el destino. Las que trabajan incansables para alimentar a sus hijos. Las que asumen el rol que sea necesario para asegurar el futuro de sus pequeños. Las que, más allá de la flor y el abrazo, están satisfechas con solo mirar la sonrisa de sus hijos. Facetas femeninas que las convierten en súper mujeres con el don de la ubicuidad.

En lo personal, a pesar de la circunstancia de ver partir a mi progenitora en un día como hoy, sigo celebrando la vida. Soy madre.

¡Vaya desde aquí, un sincero abrazo y felicitación, a todas las mujeres que conocemos el sentido de dar vida y agradecer a quienes nos la dieron!